2. El bar

En una etapa de nuestra vida tuvimos un bar.
Lo atendía mi mujer, y yo me dedicaba a mi trabajo habitual.
Como yo terminaba antes, me iba al bar a esperar que ella cerrara y ya nos íbamos juntos a casa.
Aquella noche había un par de jóvenes que animados por la bebida estaban de charla con Mari, quien reía de buen grado las bromas de los chicos.
Yo no prestaba demasiada atención, pues no era extraño que ella matase las largas horas de barra charlando con los clientes.
En un momento dado, Mari me pasó discretamente una servilleta escrita. "no digas nada". Entonces empecé a prestar atención a la escena que tenía lugar en el bar. Los chicos se pasaron al interior de la barra y empezaron a sobar el cuerpo de Mari. Evidentemente, mi mujer y yo hemos compartido bastantes aventuras eróticas y sabemos uno del otro que nos encantan las situaciones morbosas, por lo que seguí sus indicaciones de mantenerme callado.
Los chicos se adueñaron de la situación, y ya metían sus manos atrevidas bajo la camisa de Mari. Ella hacía su papel de mujer virtuosa, pero su risa cómplice la delataba.
Yo también cumplía con mi papel de cliente ocasional, igual que otro tipo que también apuraba su copa, espectador involuntario, pero entusiasmado con el "espectáculo ".
La camisa de Mari ya estaba bastante descolocada y sus blanditas tetas rebosaban por el sostén para alegría del otro tipo y mía. Los chicos estaban encantados con su papel de chulos que nos enseñaban su mercancía:
¿Os gusta lo que veis? Esta zorrita está caliente y con ganas de servirnos algo fuera de la carta..
Yo me estaba calentando por momentos. El auténtico cornudo era yo, cosa que me encanta como Mari sabe bien, pero a la vez eran los chicos los que nos estaban ofreciendo a "su" mujer.
"ven aquí, putita, estos señores están deseando probar el menú principal de la casa. ¿Qué les parece, caballeros, nuestra camarera está deseando que le demos una buena propina "
Salieron de detrás de la barra, Mari semidesnuda ya, y la colocaron entre el otro tipo y yo para que viésemos bien el desnudo cuerpo de mi esposa.
Ya no somos jóvenes, pero Mari tiene un apetecible cuerpo y le encanta seducir a los hombres, por lo que enseguida entró en el juego.
Yo quedé a su espalda desde donde podía agarrar sus maduras tetas, el otro tío empezó a bajarle las bragas y a contemplar su chocho tapizado de rubio oscuro, las manos de los jóvenes también buscaban el calor y la suavidad de las tetas de mi mujer.
Ella estaba en su salsa, sabiendo además que yo también lo disfrutaba por partida doble, incluso aún más como cabron que como participante.
Los otros tres tíos tocaban tetas y coño con verdaderas ganas de darle placer, cachondos por la buena respuesta de la camarera.
Los chicos además se habían bajado los pantalones para pajearse mientras sobeteaban a aquella señora tan caliente, lo que aprovechó Mari para agarrar una de aquellas pollas y empezar a menear ritmicamente su mano sobre ella.
Cuando la notó en su punto, se arrodilló ante la recta y dura polla metiéndosela en la boca. En este momento ya estábamos todos con la polla fuera tocandonos y tocando a Mari. Ella engullia la larga polla del chico hasta que sus labios le rozaban los huevos.
El rabo era bastante largo, por lo que me imaginaba la punta rozando la campanilla de mi mujer. El puto crío le empujaba la cabeza para que le llegara bien a fondo la mamada.
Mari iba pasando de una polla a otra como queriendo mantenerlas todas tiesas a la vez. Cuando llego a la mía me miro y sonrió con complicidad, ella sabe que me gusta más ver como chupa otros rabos antes que el mio pero había que seguir con el guión.
El otro tío seguía magreando sus tetas caiditas con verdadero entusiasmo. Le gustan flojitas, como a mi, pensé.
Mari nos regalo otra ronda de mamada de rabo a los cuatro y antes de que nos corrieramos, que experta es la puta, se subió a la barra para que le lanieramos el conejo bien abierto que nos ofrecía. Aquí tomó la iniciativa el tipo maduro que nos acompañaba volviendola loca con sus lamidas de coño.
Caliente como una zorra, nos dijo que pasáramos a un cuarto más cómodo que había tras el bar.
Completamente en pelotas ya se tumbó y se dejó meter mano por los chicos mientras el tipo y yo nos meneabamos el rabo.
Se tumbó de espaldas y uno de los chicos empezó a meterle el rabo duro como un palo. Yo le sujetaba las piernas a Mari para favorecer la follada y de paso comprobar la tremenda largura del rabo del chaval. Con razón ella bufaba como una cerda. Estaba salidisima la muy puerca. Agarró la polla del otro tío y se puso a mamarla con gusto.
Luego el otro chico cogió el relevo del primero y le pegó otro festival de follada. Mi mujer iba de polla en polla follando, mamando, ofreciendo su coño y sus tetas a quien quisiera jugar con ella. Las arrugas de su boca y sus tetas caídas parecian motivar más a sus tres nuevos folladores. Los rabos no se cansaban de frotarse con su veterano cuerpo. Puesta en 4 sus tetas colgaban y balanceaban a cada empujón de aquellos tres cerdos salidos y yo me regodeaba con el espectáculo.
Aquellos jóvenes parecía que no tenían fin. La follaron de todas las posturas. La pajeaban mientras la follaban, le metían el rabo en la boca... Y ella, ávida, aceptaba manos, dedos, rabos, otras bocas. Volví a fijarme en el tamaño de las pollas de aquellos chicos. Como se la estaban follando a base de bien. El otro y yo también le dimos unos buenos meneos a mi puta disfrutando de sus suaves carnes y sus duros pezones excitados. En un momento dado con ella haciendo de vaquera sobre uno de los chicos me quedo su gran coño disponible y ofrecido, por lo que aproveche para meter mi rabo junto al del joven. Menudo grito de placer pegó mi puta esposa con los dos rabos rompiendole el coño. Cuando se pone así yo me empalmo más aún. Además me gusta mucho notar la otra polla junto a la mía dentro de un chocho caliente y mojado.
Cuando ella estaba ya al borde de la locura se tumbó boca arriba y nos pidió las pollas.
"Ahora quiero vuestra leche caliente en mi boca, putos cabrones"
Uno por uno, o todos a la vez, quien sabe, fuimos acercando nuestros rabos a su arrugada y viciisa boca. La lefa salía de aquellas cabezas más o menos rosadas, más o menos moradas de nuestras pollas calientes. Ella buscaba con su lengua que no se perdiera ni una gota de aquel su licor favorito agarrando y lamiendo las cuatro pollas que se le ofrecían. Por fin se derrumbó exhausta y resoplando. Los chicos se marcharon y el otro tipo me dijo. "Tío yo he venido más veces a este bar y se que es tu mujer, ojalá viera yo a mi Carmen en una situación así follada por varios tíos a la vez." "Joder, gracias por mantener el juego, me llamo Juan" le dije ofreciéndole mi mano. Instintivamente el me la estrechó "Luis" me dijo. Y entonces nos dimos cuenta que eran las manos que habíamos tenido agarrando nuestras pollas hasta hacía un momento. Nos echamos a reír y le dije que conseguiríamos que Carmen se convirtiera en la misma clase de puta que era Mari. Ella nos miró asintiendo con la cabeza y sonriendo entre pícara y agotada. Luis abrió del todo sus ojos y apretó aún más mi mano.. Pero eso ya será otra historia...